Mariela,
prende la vela,
mira cómo ando
desde tu adiós.
Me mata
que seas ingrata
con el borracho
que te adoró.
Si hasta tu puerta
llega el que te ama,
sal de la cama,
dame el perdón.
La herida abierta
traigo en el pecho,
y no hay derecho,
abre por Dios.
Mariela,
¿cuál es la pena
que mi cariño
a ti te causó?
No hay noche
sin que derroche
tequila y vino
por tu traición.
Si a tu ventana
llega la banda,
es la parranda
que traigo yo.
Por la mañana,
cuando despiertes,
tú de mi muerte
tendrás razón.
Mariela,
prende la vela,
abre la puerta,
abre por Dios.
Andrés Briseño Hernández