Luis y Caro o las muchas caras del valor imageLuis y Caro o las muchas caras del valor imageLuis y Caro o las muchas caras del valor image
Creo que es bien sabido por lectoras y lectores que hay por lo menos tres momentos importantísimos para quien se encuentra con un libro que no ha leído todavía:El primero va de los ojos a los dedos; de los dedos a la nariz y de allí de nueva cuenta a los ojos; sucede cuando sopesamos el libro, sentimos su textura, leemos el título y nos hacemos una primera idea de lo que va; lo hojeamos y olemos su aroma a papel y tinta, el no sé qué tan rico que tienen los libros nuevecitos y los libros viejitos y los no tan viejos.

El segundo momento sucede cuando por fin lo leemos arrellanados en nuestro rincón favorito, ese que tiene la cantidad de luz adecuada, el ruido o silencio necesarios, la frescura o la tibieza perfectas para leer. Entonces nos asimos a las palabras y descubrimos si nuestras conjeturas fueron correctas o si la historia nos sorprendió con vericuetos y sucesos inesperados. Uno ríe o llora o se estremece. Se enamora de los personajes o del libro completo. O tal vez no, porque eso pasa y está bien. Puede que el libro ocupe un lugar especial en nuestro librero o que, al pasar de los días y las lecturas, lo olvidemos. Eso también está bien.

No recuerdo de quién lo escuché, pero dio en el clavo cuando lo dijo: “No es sino hasta que uno termina un libro, lo cierra, entorna la cabeza, suspira y asiente cuando de verdad se está leyendo”. Es el momento de la epifanía o de la duda con la que nos dejan las grandes historias y que tanto nos intriga y emociona. Es cuando, muy dentro de nosotros, sabemos que hemos entendido algo en extremo valioso. El lector o la lectora se encuentra por fin en la tercera etapa de la lectura.

Pues bien, este preámbulo no es ocioso sino mi manera de entrar al libro que nos reúne este mediodía de agosto: ¡Luis y Caro vs. los fantasmas de la ciudad! Espantosas aventuras en el Centro Histórico, escrito por Veka Duncan y Chuy Campos; ilustrado por Carlos Vélez y editado por Alfaguara Infantil. Recibí la novela hace un par de semanas. Apenas la tuve entre mis manos leí el título, admiré la ilustración de la portada y me dije: “Ah, muy bien, vamos a leer una novela infantil sobre fantasmas de la Ciudad de México”. Le eché un ojo a las ilustraciones, a los mapas y a las cápsulas informativas que contiene el texto; revisé las notas biográficas de Chuy y Veka para conocerlos: historiadores, divulgadores, fantasmólogos, cronistas, creadores de contenido y muchos etcéteras. Todo lo anterior me hizo pensar: “Achis, achis, ¿a qué tipo de texto voy a entrar, entonces?: ¿es de aventuras?, ¿de misterio?, ¿es histórico, turístico o paranormal?

Cuando lo leí confirmé que se trata de todo un poco. Es de fantasmas, por supuesto, aquellos espíritus y seres sobrenaturales que pueblan las casonas, escuelas y calles de la Ciudad de México. Es de aventuras, las de Luis y Caro, dos niños de secundaria elegidos para ser los nuevos guardianes del mundo mágico que se esconde en el corazón de la capital, donde deben enfrentarse, protegidos por amuletos prehispánicos y un libro maravilloso, a enemigos peligrosos y desconocidos.

No se diga histórico, vaya que se aprende con esta novela sobre personajes y hechos del pasado contados como a uno le habría gustado que se los enseñaran en la escuela. Es turístico porque, además de todo, Veka y Chuy se tomaron el tiempo de crear para nosotros la ruta fantasmagórica chilanga que todo visitante debería recorrer. Es misterioso y lleno de sobresaltos; es lúdico y dinámico.

Pero Luis y Caro vs los fantasmas de la ciudad va mucho más allá. Llegué a esta conclusión cuando, al dar vuelta a la última página, entorné la cabeza, suspiré hondo y asentí. Habla, por ejemplo, sobre la amistad, la conexión a prueba de todo que une a Caro y a Luis. Y también a Tadeo, su compañero de clase, y a don Venturita, el conserje de la secundaria. Sin la existencia del lazo indivisible de la confianza y el cariño que los une quizá no habrían superado ni la primera de las pruebas a las que se enfrentaron. Y menos lo habrían logrado sin la lealtad y el sacrificio de uno de los personajes más entrañables de esta historia, Petrochelo, el valiente perro de Luis —quien, si se me permite decirlo, me recuerda mucho a mi perro Pochoclo.

Es una historia sobre el valor o, mejor dicho, los muchos tipos de éste.Aborda el valor de la memoria colectiva, de la importancia de mantenerla y registrarla para que no se diluya con el paso de los días. Caro y Luis asumen la responsabilidad de ser los salvaguardas del conocimiento invaluable que se esconde en el centro histórico de Ciudad de México. Esta cualidad memorística va junto con pegado con el valor de la ciudad como documento histórico: leemos a México —nos leemos— en las fachadas, los portones y arcos; en nomenclaturas y orígenes; en los trazos, los anhelos y las intenciones que movieron a los hombres y mujeres de nuestro pasado a erigir una capital como la nuestra.

La novela nos enseña el valor de ser uno mismo, como uno quiere ser: seas como seas, niña de los plumones o chistosón, conserje o maestra, librero o vendedor de mazapanes en la clase, niño o adulto, eres igual de importante y valioso.Veka y Chuy ponen especial atención en la valía de los libros como fuente de conocimiento, como archivo u objeto, como receptáculo de magia y misterio. El Grimorio, escrito por Marcos Cipac de Aquino es para nuestros personajes puerta y guía en otros planos de la realidad.Nos cuentan además de lo invaluable que es la confianza de los padres, su apoyo incondicional aun cuando fallas o te culpan. Caro y Luis saben que, aunque se enojen o los regañen, sus padres antepondrán siempre la palabra de sus hijos a las de los otros.

Por último, la novela es una divertida travesura de Veka y Chuy, quienes se dan el gusto de vivir dentro de la historia bajo los nombres de Caro y Luis, cumpliendo así el sueño de todo amante de la literatura: ser los protagonistas de las historias que nos apasionan y nos mueven, nos regocijan y nos enternecen. Los niños y niñas actuales, y los que alguna vez lo fuimos tienen y tuvimos la ilusión de vivir aventuras fantásticas que nos llevaran al límite de nuestras fuerzas y determinación. Gracias a este libro podremos emprender el viaje, adentrarnos en un mundo oculto al que podemos entrar con un poquito de entusiasmo y valentía. Y eso, eso también está bien.

Andrés Briseño
Zacatecas, Zac., 24.VIII. 2024
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