Es un cuento, cuento imageEs un cuento, cuento imageEs un cuento, cuento image

Hay un patio, patio.
De la torre corre
hasta el viejo y nejo
bodegón.

Brota un tronco bronco,
de tan grande expande
y del muro oscuro
se salió.

De las ramas, ramas
con mentira mira
un montuno y bruno
pajarón.

Saca un libro, libro
de su ala rala
para el héroe, héroe
campeador.

Va gallardo Eduardo
por la añosa choza
cuando entreoye, oye
un clamor.

Se detiene y viene.
Por perversos versos
ya se aleja y deja
el carretón.

Sobre el prado ajado
puso un banco blanco,
pues el canto tanto
cautivó.

Su armadura, dura;
su pesada espada;
su caballo bayo
ya olvidó.

En la corte norte
ya lo espera afuera
una dama en flama
con fruición.

Y le quiere, quiere
dar un beso grueso
en la loca boca
a su campeón.

Pero el mozo en gozo
no se fija, fija
que la hora, ahora,
ya pasó.

Y la noche, noche
ya sosiega llega
y con ella mella
un dragón.

Una pata ingrata
—con pesuñas, uñas,
siempre amargas, largas—
pisoteó.

A su bayo El Rayo
y a su carro, carro,
sin disculpa en pulpa
convirtió.

Aquel mozo ansioso
dio dos saltos altos
y del monstruo, monstruo
se alejó.

Con la espada izada
en su puño, puño
en la tripa lipa
le pegó.

Mas la fiera, fiera
que es muy gorda y sorda
aquel golpe torpe
no sintió.

Es su cuero acero,
es maduro, duro,
y la punta, punta
se dobló.

Desde el tronco bronco
con precisa risa,
una burla, burla
se escuchó.

Era el ave grave
que de pronto, pronto
en aciago mago
se tornó.

“Soy Marujo el brujo:
tus terrenos buenos
de las sombras, sombras
son prisión.

A ti vengo luengo
no con ganas vanas
de cobrarte aparte
mi aflicción.

Quiero verte inerte,
derrotado, atado,
sin la hermosa moza
del torreón”.

Así dijo fijo,
con la mueca chueca,
el brujo Marujo,
retador.

De frente, valiente,
aquel mozo hermoso
sintió fuerzas, fuerzas
y atacó.

Del lagarto harto,
en el ojo rojo
golpeó duro y puro,
con fervor.

“Soy Eduardo y ardo
en el pecho, pecho.
Le di fuerte muerte
al dragón.

Ay, brujo Marujo:
son tus males tales
que no tienen, tienen
el perdón”.

Bajó el mago vago,
llorando, temblando,
pisó el suelo en duelo
y exclamó:

“Era un chiste, ¿viste,
caballero fiero?",
y sin zape escape
intentó.

El muchacho macho
de su traje, traje
sin amago al mago
apresó.

Y solo mandólo,
sin su magia, magia
a reseca, seca
población.

Y su viaje, viaje
a su dama en flama
el glorioso mozo
reemprendió.

La doncella bella
en la sala en gala
el gran beso grueso
le plantó.

Y este cuento atento,
ya se acaba, acaba,
ha partido, es ido,
se marchó.

ANDRÉS BRISEÑO HERNÁNDEZ
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