Cuando Lanzarote del Lago y Ginebra fueron descubiertos por el rey Arturo, tuvieron por lo menos el consuelo de haberse amado a escondidas por tanto tiempo. Lo que nunca sospecharon fue que el rey lo sabía todo desde el principio, pero, enamorado también de Lanzarote, trató de mantenerlo a su lado el mayor tiempo posible, hasta que la acusación pública de los amores prohibidos de sus esposa por parte de un escudero lo obligó a romper el secreto.


Andrés Briseño Hernández
ESTE SITIO FUE CONSTRUIDO USANDO